Nunca
pude soñar recibir una crítica como la que me ha hecho José
Membrive en su blog besos.com
GRACIAS
http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?blog=1450
Siempre
habrá un lugar para soñar
Una
declaración de amor entre la literatura y la vida
Luis
Anguita está tan empeñado en buscar un ámbito propicio a la
felicidad que ha acabado por encontrarlo en Mare, un pueblo situado
entre acantilados coruñeses, frente al imponente océano de los
atlantes.
Y
los sueños caminan por las calles. José Mémbreive:
“No
podía ser. Miraba una y otra vez temiendo que fuera un espejismo y
desapareciera de mis ojos. Allí estaba la bahía. Era el lugar que
estaba buscando. Había llegado por una carretera distinta al de la
otra vez. Era la visión del pueblo desde el lado contrario al de la
primera vez. El mar volvía a estar azul, el sol brillaba con fuerza,
mientras empezaba a perderse en la lejanía en un horizonte que
parecía no tener fin. Su luz se reflejaba en el mar. El pueblo se
veía allí al fondo. Me parecía que hasta distinguía el hotel
donde me alojé aquella noche, quizás ella estuviese allí.
Lo
conseguí, lloraba de felicidad. …Me fijé en un letrero que había
pasado con el coche sin darme cuenta, retrocedí hasta él y allí
aparecía el nombre del pueblo, se llamaba Mare. Me quedé
contemplándolo como si de repente me diera cuenta de que ese era el
lugar que estaba buscando, no sólo durante ese viaje, sino durante
toda mi vida… Mi corazón latía cada vez con más fuerza y me
sentía muy nervioso, cuanto más me acercaba a él, más temía que
todo hubiera cambiado y el sueño se desvaneciese.”
Pero,
si sus paisajes están extraídos de la geografía de su entorno, sus
héroes también pueden ser cada uno de los anónimos ciudadanos que
bregamos por la vida.
Son personajes sencillos, expuestos a la
agridulce vida que inunda los rincones de nuestra geografía íntima
y social; a todos les mueve un decidido anhelo de vivir en armonía,
su búsqueda de un micromundo propicio.
El amor,
la amistad, la ayuda mutua destila por páginas y personajes como
fina lluvia otorgando un atractivo irresistible a sus humildes vidas.
La
naturaleza constituye el personaje principal, el marco del que
surgen, como encarnados, todos los demás. Gerardo, encuentra el
sentido a su vida cuando da con el espacio adecuado; los demás
parecen fruto del lugar exacto en el que viven, incluso el personaje
oscuro que se encarna en la noche, en el filo terrible de la
dentadura marina, entre cañaverales y sombras. El miedo, el amor son
emanaciones de la naturaleza que se encarnan en sus personajes; por
eso es tan importante el paisaje, padre del paisanaje.
Poco a
poco, a medida en que te adentras en las páginas del libro comienzas
a olvidar la frontera entre la vida y la literatura y a sentirte uno
más de los personajes que, con serenidad y determinación, van
entretejiendo una trama en la que te ves envuelto, pues tan cercanos
personajes no pueden por menos que encarnar muchos de nuestros sueños
más habituales y sencillos.
Al margen de las consideraciones
artísticas, Luis Anguita Juega es un gran seductor literario, la
música de sus páginas se va transmitiendo de lector a lector, pero
es tal la autenticidad que impregna sus líneas que los lectores
violan el pacto literario y, en lugar de querer indagar
inmediatamente sobre el autor, sienten una necesidad imperiosa de
conocer a la persona que tan nítidamente plasma nuestras vidas en
sus páginas, nos eleva a la categoría de personajes.
Si
alguien es capaz de convertir a sus lectores en protagonistas de
Siempre habrá un
lugar para soñar (Edciones Carena,
2012) y a sus personajes en ciudadanos comunes, es que ha conseguido
unir dos mundos que se complementan y se necesitan: el de los
afectos, el de los sueños y el de la vida cotidiana. Son dos partes
de nosotros mismos, muy a menudo desacompasadas.
Al unir
vida y literatura es como si la musa de Luis Anguita se estuviese
expandiendo, conquistando el corazón de los lectores, poetizando su
cotidianidad.
Las trescientas personas que llenaban el aforo
coruñés en su presentación, y los cientos y cientos de lectores
que buscan la dedicatoria del libro en presentaciones, o a través
del correo, están seducidos por la fuerza benefactora de la buena
literatura.
El secreto de los humildes personajes de esta
novela es su capacidad para transformar los grandes embates que
sufren, en pequeños momentos de amor, de amistad, de esfuerzo
compartido. Y Luis es percibido como la encarnación de sus
personajes, como alguien capaz de transformar lo cotidiano en
hermoso. Por eso da la impresión de que cuando firma libros, cuando
hace que sus lectores se desplacen quilómetros y quilómetros con la
excusa de una dedicatoria, sus lectores buscan más a la persona que
al autor.
Luis Anguita lleva la vida a los extremos de la
literaturización más auténtica y la literatura a los extremos de
la vida más nítida. Es como si su obra fuera el eslabón perdido
entre los lo anímico y lo telúrico, entre la vida espiritual y
material, por eso los lectores dan más relevancia a la persona que
al autor.
Es lo que tiene la autenticidad: la musa decide
apropiarse del corazón de sus lectores y fagocitarlos.
Dentro
de unos años Luis Anguita, además de un fenómeno literario, pasará
a ser un fenómeno social, que traerá de cabeza a críticos,
sociólogos y, tal vez, politólogos. Pero mientras eso ocurre,
disfrutemos de la poesía que emana de sus páginas de esa prosa, tan
suya, tan nuestra.