Un pequeño detalle de una historia que un día puede ser contada.
A
ella le gustaba estar con él, sin saber por qué, su amistad se
estaba convirtiendo en un sentimiento, que hacía que siempre
estuviera en su cabeza, pero él, siempre parecía distante y nunca
se reía, quizás era porque él no se encontraba a gusto con ella y
sólo era agradable por amabilidad. Un día, casi con miedo, decidió
preguntárselo.
-Tú
no te ríes nunca.
-No
me gusta reír.
-¿Por
qué?
-Porque
no sé reír.
-Ríe
por favor.
A
él no le gustaba reírse en público, porque se avergonzaba de su
sonrisa y esa mujer le gustaba desde que la vio, y no sabía cómo
decírselo, y si se reía y a ella no le gustaba, pero ella se lo
pedía y trató de reír.
Ella
vio su sonrisa, lo mal que lo estaba pasando y notó cómo le
traspasaba esa sonrisa, y no lo pudo evitar, le dio un beso en los
labios, aunque le costase que él la rechazase.
Él
dejó de reírse y le preguntó:
-¿Por
qué me has besado?
-Te
pido perdón, lo siento, me encantó tu sonrisa y no pude evitarlo.
Y
él volvió a sonreír como nunca lo había hecho en su vida.
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