Él
ese día estaba tenso, pensaba decirle a ella que la quería, pero
sus palabras no salían y permanecía en silencio.
Ella
después de un tiempo sin que dijeran nada, interrumpió ese
silencio.
-Me
aburro.
-Lo
siento... -le respondió él, lo había estropeado por ser tan
aburrido, cómo se le ocurrió pensar, que una mujer como ella,
abierta, divertida, espontánea, se iba a fijar en alguien como él,
que tanto le costaba expresar sus sentimientos.
-No
lo sientas, porque te quiero.
-¿Qué
me quieres? -dijo sorprendido, cómo podía ser si se aburría con
él.
-Contigo
me divierto, me río por cualquier cosa, siempre estoy a gusto a tu
lado y hasta cuando no hablamos y me aburro, me siento feliz si estás
junto a mí.
Él
miró sus ojos que brillaban de una manera especial, quizás hasta
con medio de que la rechazase y también la miró y le susurró.
-Te
quiero, te quiero, te quiero...
Ella
sonrió y quiso hablar, pero ya no pudo, porque él la agarró por la
cintura y besó esos labios que soñaba con besar desde la primera
vez que la vio.
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